A finales del Siglo XIX en la época de la Belle Époque, una serie de corrientes relacionadas con el ocultismo, el esoterismo y el culto a la muerte comenzaron a florecer entre la alta sociedad de las ciudades europeas más importantes. Era incluso extraño que tras una cena de gala no hubiese una sesión espírita o séance en la que se “jugaba” con la invocación de espíritus y demás seres o entidades de ultratumba. Con este caldo de cultivo tan peculiar, en París surgieron una serie de cabarets muy distintos a los que normalmente nos vienen a la cabeza al nombrar lugares como el Moulin Rouge y Folies Bergère.
Algunos de estos cabarets “especiales” fueron: Cabaret de L’Enfer, Cabaret du Néant y Cabaret du Ciel.
Cabaret L’Enfer: El Cabaret del Infierno fue sin lugar a dudas el más llamativo de todos los de su estilo, ubicado en el Nº 55 del Boulevard de Clichy en Montmartre, París, destacaba por su característica entrada a modo de “boca del infierno”. Creado a finales del Siglo XIX, estuvo en funcionamiento hasta mediados del Siglo XX, parece ser que no sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial. Se dice que una vez que se traspasaba la boca a modo de entrada, un hombre vestido de diablo saludaba a los visitantes y exclamaba: “¡Todavía llegan más, cómo van a arder!”. Había un enorme caldero cerca de la entrada y varios músicos tocado la música de Fausto mientras eran fustigados por varios diablos. Las paredes estaban profusamente decoradas con relieves de figuras demoníacas, además de los pasillos surgía una imitación de lava dorada y humo, dando la sensación al visitante de estar dentro del ardiente Infierno. Los camareros iban vestidos de diablos y servían las bebidas en vasos de color fosforito transparente. Por ejemplo, tres cafés con coñac eran servidos de una manera especial: “tres vasos hirviendo de pecados fundidos con una pizca de azufre reforzante”. El Cabaret L’Enfer podría ser considerado uno de los primeros locales temáticos de la historia. El maestro de ceremonias de este local no podría ser otro que el mismo Satán o Mephisto, un hombre vestido de ese modo que se dirigía a alguno de los visitantes para provocarlo después de lanzar una retahíla de amenazas. La mayoría de las tracciones de este local era sazonada con humo y gritos de ultratumba.
“Esto preparará sus intestinos y los volverá invulnerables, una vez al menos, a las torturas de hierro fundido que enseguida serán vertidas por sus gaznates… Recuerden que aunque en el Infierno hace calor, tienen más bebidas frías si desean”.
Cabaret du Ciel: Pegado puerta con puerta al Cabaret L’Enfer, este lugar pretendía ser su némesis. Aunque en la época se hablaba de la rivalidad entre los dos locales, lo más seguro es que ambos perteneciesen al mismo dueño o al menos que las dos compañías de espectáculos que los regentaban estuviesen relacionadas de alguna forma. La entrada del local estaba pintada de color azul claro, simulando la ascensión al cielo y dentro se podía escuchar todo tipo de música sacra. La decoración era en general del mismo estilo: Colores claros, estrellas doradas, santos, nubes e incluso los camareros iban disfrazados de ángeles con túnicas blancas, alas y cabelleras rubias. El propio maestro de ceremonias era un hombre vestido y caracterizado a modo de San Pedro, el cual portaba una llave gigantesca. Los clientes eran sentados en una mesa muy larga que se extendía a lo largo de toda la sala y cubierta con un mantel blanco. En otra de las salas un conjunto de ángeles femeninos con escasos ropajes realizaban un espectáculo a modo de coreografía. El show del cabaret finalizaba cuando el “Padre tiempo”, con profunda voz que surgía bajo una espesa y larga barba, aseguraba que transcurriría mucho tiempo en el paso de la guadaña en las vidas de los visitantes y se despedía de ellos con profundas reverencias.
Cabaret du Néant: Fundado en 1892 (y traducido como Cabaret de la Nada) por un tal Dorville y ubicado en el Nº 34 del Boulevard de Clichy. Tenía una apariencia más discreta que L’Enfer, sus ventanas estaban tapiadas y las puertas pintadas de negro. Este cabaret estaba distribuido en varias salas por las que se accedía por medio de pasillos estrechos y decorados con escenas oscuras y siniestras. Los nombres de las salas se tomaban por el tipo de atracción que sucedía en ellas. Nos podíamos encontrar por ejemplo con la Sala de Intoxicación (bar con mesas decoradas a modo de ataúdes, lámparas huesudas, calaveras por todos lados, iluminación por medio de velas y candelabros, etc.), Sala de Desintegración o Cámara de las Almas (donde se representaba el “Pepper’s Ghost”, en donde una persona elegida entre el público se transformaba en esqueleto ante la mirada atónita de los presentes gracias al efecto óptico de luces y espejos). Había más salas, todas ellas con nombres que influían terror: Cueva de las Ofensas y de los Espectros, en donde se realizaban una serie de espectáculos siempre enfocados al culto hacia la muerte. Los camareros de este cabaret iban vestidos de enterradores y atendían a las mesas saludando: “Buenas noches, macchabees (cadáver encontrado en el agua en la jerga francesa de la época). Beban esputo de asmático… y obtengan sus certificados de defunción por sólo dos céntimos”. El omenzaba el show recitando un deprimente discurso sobre la muerte, proyectando juegos de luces y sombras. Al terminar, se entregaba un cirio a cada invitado y a todos se les hacía pasar a la Cámara Mortuoria, una especie de cripta donde se ofrecía otro espectáculo.
Truco de luces y espejos conocido con el nombre de Pepper’s Ghost.
Qué suerte tuvieron los parisinos de finales del Siglo XIX y principios del XX al poder disfrutar de lugares únicos y de tanto encanto. Bon voyage.
Fuentes: col2.com, Diario de un Grillo, Cool Stuff in Paris, Google (fotografías), elaboración propia.